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Somos en nuestro complemento. Piruí es hembra, y lo es aún más cuando sus finas y curvas líneas se mezclan con la masculinidad del Morsa.
No es la primera vez que femenino y masculino se inmiscuyen en el pleno sentido de la intimidad del juego, del barro, del secreto.
Piruí es, con el Morsa.
Desnudos en el barro, el sexo lleno de bichos
Placeres de Piruí, en la siesta del monte chaqueño
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~ Videomomento
28 de octubre de 2010
Placeres de Piruí
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Seguirla en el monte no es una tarea de espionaje, si ella me lleva en silencio, acarreandomé. Aquel bocado arenoso abrió la puerta de la sensibilidad hasta en el ser más infimo que trabajaba a nuestros pies. Fue una cadena de naturalezas, la marea del hongo y luego ser rama ser bicho ser pasto ser bosta ser árbol ser Piruí. A continuación, sus placeres monturnos.
Evidencias de que la respiración late y que la sed de barro existe
Rastros, algo hay
Seguirla en el monte no es una tarea de espionaje, si ella me lleva en silencio, acarreandomé. Aquel bocado arenoso abrió la puerta de la sensibilidad hasta en el ser más infimo que trabajaba a nuestros pies. Fue una cadena de naturalezas, la marea del hongo y luego ser rama ser bicho ser pasto ser bosta ser árbol ser Piruí. A continuación, sus placeres monturnos.
Evidencias de que la respiración late y que la sed de barro existe
Rastros, algo hay
25 de octubre de 2010
22 de julio de 2010
Niebla, otra formas de oler el viento
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La niebla es un fenómeno meteorológico consistente en nubes muy bajas, a nivel del suelo y formadas por partículas de agua muy pequeñas en suspensión.
Quienes hayan salido de sus casas, e incluso aquellos que se hayan quedado adentro, habrán sentido en el cuerpo el entumecimiento de los huesos, la abrupta cantidad de lana abultada contra las pieles, la tendencia de los corazonados a dormir acompañados, y la búsqueda casi demente de alguna bebida caliente que no solo abrigue la garganta y los adentros, sino también la palma de las manos.
Imagínense los comienzos de una madrugada helada. Visualicen una termina de ómnibus vacía. Crean que están en cualquier provincia del país, menos en la que viven. Maravillensé por un segundo, que la sorpresa sirva de abrigo: la nieba empuja a la noche dándole fuerte en el pecho, tirándola, esparciendola en la tierra, llenándola de húmedad.
Eso mismo pasó en los siguientes 46 segundos que un alma cálidamente congelada grabó en un julio de invierno:
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La niebla es un fenómeno meteorológico consistente en nubes muy bajas, a nivel del suelo y formadas por partículas de agua muy pequeñas en suspensión.
Quienes hayan salido de sus casas, e incluso aquellos que se hayan quedado adentro, habrán sentido en el cuerpo el entumecimiento de los huesos, la abrupta cantidad de lana abultada contra las pieles, la tendencia de los corazonados a dormir acompañados, y la búsqueda casi demente de alguna bebida caliente que no solo abrigue la garganta y los adentros, sino también la palma de las manos.
Imagínense los comienzos de una madrugada helada. Visualicen una termina de ómnibus vacía. Crean que están en cualquier provincia del país, menos en la que viven. Maravillensé por un segundo, que la sorpresa sirva de abrigo: la nieba empuja a la noche dándole fuerte en el pecho, tirándola, esparciendola en la tierra, llenándola de húmedad.
Eso mismo pasó en los siguientes 46 segundos que un alma cálidamente congelada grabó en un julio de invierno:
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26 de abril de 2010
La ciudad atada a la vaca
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Siempre lo evitó mi lado burgués: mirar al pasar esa gigante vaca que ya dejó de ser simpática para ser parte del paisaje natural de la ciudad. Una esquina sí, bastante vistosa, enfrentada con la Vieja Terminal que un día se mudó a las afueras, dejando una estructura perfecta para que se instalaran en ella, cientos de vendedores de gorras pelotas zapatillas remeras de fútbol muñecas cintos bolsos. Todo de esa mano, que es la segunda.
Es que La Vaca Atada, junto a la Vieja Terminal, son la arteria principal de un sub-barrio que en Resistencia se formó con la mugre que desprende la crema que rode la plaza central y los colectivos que pasan. Esa esquina que las alberga es también casa de los chaqueños forasteros que vienen a la ciudad en busca de buenos precios, y ya que estamos, comida rápida y grasosa.
Dos Grandes Suertes
Tuve la primera gran suerte de entrar a La Vaca atada por primera vez hace dos años, y fue por una muy egoista necesidad de mi parte: usar su baño. Tímida y haciendo uso de mi sonrisa compradora, me enfrenté con su simpáticaamable empleada que me dejó entrar sin titubear. Pero mis ojos retuvieron por siempre la increíble cantidad de botellas cuadradas verdes. Cientas, miles, que formaban paredes, muros y la propia barra del lugar.
Cientas, miles.
Pasaron dos años.
Pintó el hambre en el Cecual y había que comer rápido y ahora.
La Vaca Atada estaba en la esquina, con ese singular grupo de amigos apostados en una de sus mesas con cervezas y empanadas. Se notaba que también les pintó el hambre estando en el Cecual.
Me senté a conversar y a tomar birra, y fue ahí cuando probé esas empanadas fritas de carne, de jamón y queso.
Esa fue mi segunda gran suerte.
¿Mito?
Todo buen resistenciano (y que además se jacte de serlo) habrá escuchado alguna vez la historia de la margarita en la boca de la vaca atada.
Antes de pasar el umbral del bar lleno de fileteados y paredes humedecidas, el ocasional transeunte sechocasetopa con esa vaca de proporciones un poco exageradas, pero casi casi real. La vaca tiene dos patas adentro, dos en la vereda. A veces, esta casi tocando el cordón de la vereda. Los días de lluvia, se guarece dentro del bar. Pero la vaca siempre está. Es que es la esquina de la vaca, no hay con que darle.
Las malas lenguas dicen, o mas bien, las lenguas mas divertidas; que cuando una margarita amarrilla está en la boca de la vaca, es porque bien tranqui uno adentro puede pegar algo de faso.
Y sori loco si llegaste justo bien entusiasmado y la vaca no tiene ninguna margarita, y bueno ñeri, la próxima vez será.
Todavía, no comprobé la veracidad de este mito. Y creo que además me gustaría mantenerlo así para que la realidad no me baje de un hondaso mi imaginario de la vaca y lo que puede, o no, tener en su boca.
El perro rengo y sus mendigos
Ese tango triste que se relame en el grito del folclore.
Siempre fue en mi imaginario el bar perfecto de encuentro de La Coja que esperaba a Erdosaín que esperaba al Rufián que esperaba al Astrólogo. Todos juntos se estancaban en ese vino barato que luego era aliento tinto.
Hace un rato volé en mi bicicleta en medio de la noche para comerme varias de sus empanadas fritas de carne, que son milagrosamente parecidas a las de mi abuela María, queenpazdescanse.
Mientras esperaba con una lata de cerveza, husmeé en sus paredes. Carlitos, ese loco lindo de las calles que todos conocemos; ese que te pide un pucho y que tiene atada a sus caderas un buzo azul; tenía su retrato colgado en la pared.
La foto lo mostraba con esa sonrisa amable y triste de siempre, y abajo, un poema. Carlitos tiene reservado en una pared de La Vaca Atada su fotografía junto a un poema loco, que groso. Carlitos digo, y el tal Carlos Montero que le escribio el poema, allá por el 2007.
Bajo el cuadro está comiendose una humilde y deliciosa picada, el mendigo de la peatonal. Es José, que siempre está sentado en una sillita de madera donde cuelga un cartel rojo con letras blancas, donde le pide al señor y a la señora su colaboración para poder mejorar su calidad de vida, avisando que si recauda 20.000 podrá acceder a un automóvil para discapacitados, que desde ya muchas gracias.
José comía solo, y le costaba moverse. Parece que tiene partes de su cuerpo congeladas de por vida. El se mueve agarrandose bien fuerte de la base de su sillita, y para hacerlo, pega un salto. Ponk, se mueve unos centímetros. De ahí, de nuevo, ponk, un saltito más. El que parece ser el dueño del lugar sale de la barra junto a otro hombre y lo ayudan a salir del lugar, alzandolo por los bordes de la silla.
Cuando José se adentra en la noche fría de abril que abraza a Resistencia, entra al bar el perro rengo, bien negro, como la mismísima noche. Y amaga con cagar en medio de las mesas rojas.
La Vaca Atada se autodenomina el lugar más tradicional de Resistencia. La influencia del tango esta impresa en muchos fileteados que más que a Resistencia me llevan hasta los ya no suburbios porteños.
Tampoco es folclórico, a pesar de contar con una parrilla que para los parroquianos gasoleros es predilecta. La música puede ir del brasil, al folk americano, cayendo la mayoría de las veces en el tango, el folclore y la cumbia. Sus habitués son mayormente gente modesta de la noche, amante de los placeres mas bajos y mundanos. Lugar de putas, gasoleros, chorros, vagos y curiosos.
Yo no sé si será el más tradicional, pero si es el más oscuro, nostálgico, amable y sucio sucucho donde se está muy bien.
Es mi nuevo tesoro en la ciudad.
*
Resistencia es la ciudad títere, la ciudad caleidoscopio. Se pone su vestido de gran urbe, se disfraza de sucucho de los años treinta, coquetea con la modernidad sin historia de sus construcciones céntricas, te empapa con la sorpresa de los lugares maravillosos con los que estás a punto de tropezar.
Resistencia es una pendeja se esparce por los bordes, se regodea con las antiguas industrias florecientes que hoy son solo húmedad y fotografía. Te enrieda en los pasillos laberinto de los barrios, te vende cerveza bien barata y fria un poco mas alla del paso de las vias, esas que apoyan al gusano lento y celeste del Sefecha.
Resistencia te dibuja una planicie para que vueles en bicicleta, y sientas que sos el pedal que amasa la ciudad que resiste tu peso y tu historia, y por suerte, también la de todos tus amigos.
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Siempre lo evitó mi lado burgués: mirar al pasar esa gigante vaca que ya dejó de ser simpática para ser parte del paisaje natural de la ciudad. Una esquina sí, bastante vistosa, enfrentada con la Vieja Terminal que un día se mudó a las afueras, dejando una estructura perfecta para que se instalaran en ella, cientos de vendedores de gorras pelotas zapatillas remeras de fútbol muñecas cintos bolsos. Todo de esa mano, que es la segunda.
Es que La Vaca Atada, junto a la Vieja Terminal, son la arteria principal de un sub-barrio que en Resistencia se formó con la mugre que desprende la crema que rode la plaza central y los colectivos que pasan. Esa esquina que las alberga es también casa de los chaqueños forasteros que vienen a la ciudad en busca de buenos precios, y ya que estamos, comida rápida y grasosa.
Dos Grandes Suertes
Tuve la primera gran suerte de entrar a La Vaca atada por primera vez hace dos años, y fue por una muy egoista necesidad de mi parte: usar su baño. Tímida y haciendo uso de mi sonrisa compradora, me enfrenté con su simpáticaamable empleada que me dejó entrar sin titubear. Pero mis ojos retuvieron por siempre la increíble cantidad de botellas cuadradas verdes. Cientas, miles, que formaban paredes, muros y la propia barra del lugar.
Cientas, miles.
Pasaron dos años.
Pintó el hambre en el Cecual y había que comer rápido y ahora.
La Vaca Atada estaba en la esquina, con ese singular grupo de amigos apostados en una de sus mesas con cervezas y empanadas. Se notaba que también les pintó el hambre estando en el Cecual.
Me senté a conversar y a tomar birra, y fue ahí cuando probé esas empanadas fritas de carne, de jamón y queso.
Esa fue mi segunda gran suerte.
¿Mito?
Todo buen resistenciano (y que además se jacte de serlo) habrá escuchado alguna vez la historia de la margarita en la boca de la vaca atada.
Antes de pasar el umbral del bar lleno de fileteados y paredes humedecidas, el ocasional transeunte sechocasetopa con esa vaca de proporciones un poco exageradas, pero casi casi real. La vaca tiene dos patas adentro, dos en la vereda. A veces, esta casi tocando el cordón de la vereda. Los días de lluvia, se guarece dentro del bar. Pero la vaca siempre está. Es que es la esquina de la vaca, no hay con que darle.
Las malas lenguas dicen, o mas bien, las lenguas mas divertidas; que cuando una margarita amarrilla está en la boca de la vaca, es porque bien tranqui uno adentro puede pegar algo de faso.
Y sori loco si llegaste justo bien entusiasmado y la vaca no tiene ninguna margarita, y bueno ñeri, la próxima vez será.
Todavía, no comprobé la veracidad de este mito. Y creo que además me gustaría mantenerlo así para que la realidad no me baje de un hondaso mi imaginario de la vaca y lo que puede, o no, tener en su boca.
El perro rengo y sus mendigos
Ese tango triste que se relame en el grito del folclore.
Siempre fue en mi imaginario el bar perfecto de encuentro de La Coja que esperaba a Erdosaín que esperaba al Rufián que esperaba al Astrólogo. Todos juntos se estancaban en ese vino barato que luego era aliento tinto.
Hace un rato volé en mi bicicleta en medio de la noche para comerme varias de sus empanadas fritas de carne, que son milagrosamente parecidas a las de mi abuela María, queenpazdescanse.
Mientras esperaba con una lata de cerveza, husmeé en sus paredes. Carlitos, ese loco lindo de las calles que todos conocemos; ese que te pide un pucho y que tiene atada a sus caderas un buzo azul; tenía su retrato colgado en la pared.
La foto lo mostraba con esa sonrisa amable y triste de siempre, y abajo, un poema. Carlitos tiene reservado en una pared de La Vaca Atada su fotografía junto a un poema loco, que groso. Carlitos digo, y el tal Carlos Montero que le escribio el poema, allá por el 2007.
Para que preguntarse
que gritos
que silencios
le habitan su adentro
si tiene penas
si tiene broncas
nadie sabe
detras de una sonrisa
estaran escondidas
Para que preguntarse
en que madrugada
se fue por la vida
sin hacer caso al tiempo
o porque le dijo adios
a un tal Oscar del templo
para que preguntarse que piensa
cuando entra saluda y pasa
o si se acerca y pide
¿un cigarrito? ¿un cafecito?
¿una moneditaa... quizás?
Bueno todo bien todo bien
sigan nomás disculpen
Así como llega
del mismo modo se va
es una brisa
una luz tenue
que pasa y saluda
Para que preguntarse nada
asi es nuestro Carlitos
un ángel pájaro
que al cuerpo de esta ciudad
solo le pone el alma
par que no esté
tan vacía...
Bajo el cuadro está comiendose una humilde y deliciosa picada, el mendigo de la peatonal. Es José, que siempre está sentado en una sillita de madera donde cuelga un cartel rojo con letras blancas, donde le pide al señor y a la señora su colaboración para poder mejorar su calidad de vida, avisando que si recauda 20.000 podrá acceder a un automóvil para discapacitados, que desde ya muchas gracias.
José comía solo, y le costaba moverse. Parece que tiene partes de su cuerpo congeladas de por vida. El se mueve agarrandose bien fuerte de la base de su sillita, y para hacerlo, pega un salto. Ponk, se mueve unos centímetros. De ahí, de nuevo, ponk, un saltito más. El que parece ser el dueño del lugar sale de la barra junto a otro hombre y lo ayudan a salir del lugar, alzandolo por los bordes de la silla.
Cuando José se adentra en la noche fría de abril que abraza a Resistencia, entra al bar el perro rengo, bien negro, como la mismísima noche. Y amaga con cagar en medio de las mesas rojas.
La Vaca Atada se autodenomina el lugar más tradicional de Resistencia. La influencia del tango esta impresa en muchos fileteados que más que a Resistencia me llevan hasta los ya no suburbios porteños.
Tampoco es folclórico, a pesar de contar con una parrilla que para los parroquianos gasoleros es predilecta. La música puede ir del brasil, al folk americano, cayendo la mayoría de las veces en el tango, el folclore y la cumbia. Sus habitués son mayormente gente modesta de la noche, amante de los placeres mas bajos y mundanos. Lugar de putas, gasoleros, chorros, vagos y curiosos.
Yo no sé si será el más tradicional, pero si es el más oscuro, nostálgico, amable y sucio sucucho donde se está muy bien.
Es mi nuevo tesoro en la ciudad.
*
Resistencia es la ciudad títere, la ciudad caleidoscopio. Se pone su vestido de gran urbe, se disfraza de sucucho de los años treinta, coquetea con la modernidad sin historia de sus construcciones céntricas, te empapa con la sorpresa de los lugares maravillosos con los que estás a punto de tropezar.
Resistencia es una pendeja se esparce por los bordes, se regodea con las antiguas industrias florecientes que hoy son solo húmedad y fotografía. Te enrieda en los pasillos laberinto de los barrios, te vende cerveza bien barata y fria un poco mas alla del paso de las vias, esas que apoyan al gusano lento y celeste del Sefecha.
Resistencia te dibuja una planicie para que vueles en bicicleta, y sientas que sos el pedal que amasa la ciudad que resiste tu peso y tu historia, y por suerte, también la de todos tus amigos.
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16 de marzo de 2010
Vorágine sonora de ciudad con final zen
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Siempre hay un poco de té verde en el medio del caos...
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Siempre hay un poco de té verde en el medio del caos...
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5 de marzo de 2010
21 de enero de 2010
30 de diciembre de 2009
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